*** “Nadie me ha pedido permiso”: la soberbia de un alcalde rebasado
Por: José Juan TOMAS.
Una vez más, Carlos Peña Ortiz demuestra que no entiende el mensaje ciudadano. En lugar de escuchar, prefiere hablar desde su pedestal de soberbia. “Nadie me ha pedido permiso”, dijo con gesto altivo al referirse a la manifestación del próximo 15 de noviembre, donde cientos de ciudadanos -principalmente jóvenes de la llamada Generación Z- planean exigir su revocación de mandato.
La frase del alcalde revela mucho más de lo que pretende ocultar. No se trata de permisos, se trata de hartazgo. Reynosa vive una de sus peores etapas en materia de seguridad, servicios públicos y transparencia. Mientras tanto, el joven heredero del poder, que llegó al cargo por el apellido y no por mérito, continúa administrando el municipio como si fuera un negocio familiar.
La familia Peña Ortiz, que durante años ha usufructuado el poder y los recursos públicos, ha dejado una ciudad marcada por el abandono, la desconfianza y la improvisación. Las calles rotas, la basura acumulada y los escándalos de corrupción son ya el sello de esta administración.
Por eso no sorprende que los ciudadanos, cansados de promesas vacías y prepotencia, decidan organizarse por cuenta propia. No piden permiso porque la dignidad no se solicita, se ejerce. La juventud reynosense parece haber comprendido que los cambios no se gestionan desde los escritorios del poder, sino desde las calles, con voz firme y conciencia despierta.
El 15 de noviembre no será una simple marcha: será un grito de ruptura, un reclamo contra la ineptitud y el abuso de una élite política que convirtió a Reynosa en una “villa desgracia”.
Y mientras Carlos Peña sigue creyendo que todo pasa por su autorización, la ciudad ya lo está reprobando, no con papeleo, sino con el juicio implacable de la historia y del pueblo.

