
José Ángel Solorio Martínez
El Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM) está poniendo en grave riesgo la elección de este intenso 2016. De entrada, vulnera uno de los elementos fundamentales para calificar la calidad suprema de una elección: la imparcialidad.
Tres pifias de tres de sus más importantes proyecciones, no pueden ser producto de su impericia y sí de su parcialidad. El Tribunal Federal Electoral (TRIFE) ha lanzado severas sentencias para rectificar lo mandatado por la autoridad electoral tamaulipeca.
Y todas, contra el PAN y su precandidato.
Esa tendencia, que ya se convierte en constante, es lo inquietante en un proceso que por lo competido requiere de un árbitro competente e imparcial para dar certeza al resultado de los comicios del 5 de junio.
No es ocioso recurrir al ejemplo histórico y a los escenarios políticos del pasado. El Tamaulipas insurgente de los años 70 fue prohijado por un órgano electoral evidentemente parcial: sus decisiones incrementaron la ira social y terminaron por incendiar la entidad. La inconformidad social, el cinismo de los representantes de la Ley electoral y lo cerrado de los resultados, generaron candentes movimientos cívicos que sólo la fuerza del ejército pudo desmantelar.
La inconformidad social en Tamaulipas no es un indicio que se deba tomar a la ligera. Ya mucha incomodidad ha generado la inseguridad como para añadirle el escozor del ciudadano que aún cree que con su voto puede cambiar gobiernos y sus acciones.
Es probable que el IETAM lo desconozca. Por sus acciones, pareciera que ignora que buena parte de la gobernabilidad de Tamaulipas está en sus manos. Una elección contaminada, una elección cuestionada, y en el peor de los casos, una elección anulada por los altos índices de parcialidad, evidenciarían la ausencia de autoridad en la entidad y daría munición a la prensa nacional para concluir en lo que han estado machacando con regularidad: el estado fallido que -aseguran- vivimos los tamaulipecos.
La falta de profundidad jurídica del panismo para cuestionar al grupo de Consejeros electorales que los hostiga –solicitar a la de ya, que el INE atraiga los comicios, es tan prematuro como ineficaz-, no es un agravante para que los excesos de la autoridad electoral local insistan en sus filias tricolores.
La percepción ciudadana es que el IETAM está tratando de debilitar al PAN y a su proyecto. O al menos esa es la idea que domina en las redes sociales y en las opiniones de los observadores más puntuales de la realidad regional.
Falta lo más interesante del proceso electoral. La contienda constitucional, es la prueba de fuego para los representantes del poder electoral tamaulipeco. Serán dos meses, en los que el árbitro deberá exhibir su imparcialidad, su sapiencia y su naturaleza legal.
Todavía es tiempo para cambiar.
El titular del IETAM, Jesús Hernández Anguiano, ha dado muestras recurrentes de parcialidad e ineficacia para conducir procesos electorales. Se puede decir de él, que es un especialista en doblar la vara de la justicia. Claro: cuando se podía.
Actualmente, la ciudadanía tiene más ojos vigilantes.
Muchos más.
No se puede regresar a las conductas electorales de los años 70.
Jamás.
Por mucho que Hernández Anguiano presuma que no pasa nada.
Ya vimos lo que resulta si se desbordan las pasiones ciudadanas.
(No es por alarmar: en los años 70, varias elecciones terminaron con decenas de encarcelados y hasta dirigentes inmolados)
Apremia que los partidos políticos y sus candidatos muestren su presencia en el Consejo General del IETAM para exigir la preeminencia de la Ley y no de la ilegalidad; para demandar el imperio de la certeza y no de la duda; para machacar en la aplicación del Derecho en unos comicios que amenazan con enlodarse con la inequidad y la suspicacia.
Tanto a Baltazar Hinojosa Ochoa como a Francisco García Cabeza de Vaca les convienen elecciones limpias.
Sólo hay dos caminos: o asean ellos y el IETAM la elección, u obligarán al TRIFE y al INE a higienizarla…
…y la reposición, saldrá muy cara para todos.