
Por: David Ed Castellanos Terán.
@dect1608
En pleno arranque del sexenio de Claudia Sheinbaum Pardo, el Infonavit comienza a fracturarse como si se tratara de un espejo viejo que ya no aguanta más presión. La institución que por décadas fue la esperanza de millones de trabajadores para acceder a una vivienda digna, hoy es un cascarón que cruje bajo el peso de la corrupción, la improvisación y la rapacidad de un grupo compacto heredado por Andrés Manuel López Obrador y consolidado por el ingeniero agrónomo Octavio Romero Oropeza.
La historia se repite. Como lo hizo en Pemex, Oropeza trasladó su modelo de desastre al Infonavit: excolaboradores, exoperadores, excompinches. Todos desembarcaron para repartirse las finanzas de la institución y exprimir los ahorros de los trabajadores mexicanos. En marzo de 2025, con la constitución de la empresa “Constructora Infonavit”, se prometió un golpe de timón para abatir el déficit habitacional. Lo que en realidad se gestó fue un agujero negro financiero. Una nómina millonaria sin sustento, contratos inflados, y compras directas que corren como ríos de dinero hacia Tabasco.
Desde dentro, funcionarios del área administrativa advierten que el Infonavit ya no es un instituto, sino un botín. El nombramiento de Javier Núñez López como subdirector de Operaciones y la llegada de Leda Coral Castro, arrastrada desde la cloaca de Pemex, terminaron por confirmar el diagnóstico: el cáncer está dentro. A Coral ya se le detectó un intento de fraude por más de 125 millones de pesos. No prosperó porque aún quedan reductos de integridad, pero esa resistencia comienza a pagarse caro: represalias laborales, despidos, hostigamiento y violencia psicológica contra la base trabajadora que sostiene al instituto.
Lo que en Palacio Nacional se vendió como una era de justicia social, en los pasillos del Infonavit se traduce en saqueo disfrazado de política pública. Hoy los trabajadores no solo temen perder prestaciones, temen quedarse sin la institución que fue construida para ellos y que ahora se les desmorona en las manos. El Infonavit, en la era de Claudia Sheinbaum, carga ya con el mismo estigma que Pemex: ineficiencia, corrupción y bancarrota anunciada.
No hay margen para el titubeo. Si la presidenta Sheinbaum no corta de raíz la red de Oropeza y los operadores de AMLO, su sexenio cargará la vergüenza de haber permitido el mayor fraude social del siglo XXI contra los trabajadores de México.
En las paredes de las oficinas centrales ya circula un murmullo: “El Infonavit está quebrado, pero no quieren que el país lo sepa… todavía”
En la intimidad… El pacto con Marco Rubio no es un gesto menor ni una cortesía diplomática rutinaria.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo eligió como primer socio visible a un hombre que, desde el Senado de Estados Unidos y ahora desde la Secretaría de Estado de Donald Trump, fue el verdugo político más feroz de Andrés Manuel López Obrador.
Rubio lo acusó de tolerar a los cárteles, de debilitar la seguridad fronteriza y de ser un obstáculo para la cooperación bilateral.
Hoy, Sheinbaum se sienta frente a él y firma la fotografía que se volverá símbolo: Estados Unidos y México «fortaleciendo la seguridad, desmantelando cárteles, avanzando en el intercambio de agua y derribando barreras comerciales».
Ese lenguaje, tan ajeno al lopezobradorismo, es la confesión tácita de que todo lo que Rubio denunció en el pasado no fue una exageración. La presidenta lo admitió sin pronunciarlo, con el solo hecho de pactar y aceptar ese discurso como propio.
Sheinbaum no solo se distancia de AMLO; lo sepulta en su narrativa internacional. Y en ese gesto, al inaugurar su política exterior, deja claro que la continuidad no existe.
El sello es otro, el pragmatismo se impone, y la frase de su antecesor se revierte con fuerza demoledora: «no somos iguales».
En la intimidad de la política, lo que parecía un tuit es en realidad un epitafio.
@dect1608
