*** El PAN: Entre Dios, la Patria y la rebelión ciudadana
Por: Luis Enrique Arreola Vidal.
EL PAN: ENTRE DIOS, LA PATRIA Y LA REBELIÓN CIUDADANA
Aunque las cúpulas locales no lo entiendan —ni lo sepan, ni lo sientan—, el Partido Acción Nacional está regresando a su origen, a la cepa que lo fundó, a la raíz de un México que creyó que el poder era para servir, no para someter.
El PAN, por primera vez en su historia, se abre a todo y a todos: a los inconformes, a los descreídos, a los que ya no creen en nada, pero tampoco se resignan.
Se abre a lo que sea y a quien sea que aún tenga la dignidad de oponerse a la mentira institucional.
Porque no hay nada más panista que eso: resistir el abuso del Estado en nombre de la conciencia individual.
De la fe al civismo: el renacimiento del fuego cristero.
El relanzamiento del PAN no es un mero cambio estético.
Es una regresión a su genética espiritual: aquella que nació en 1939 bajo el eco del lema “Dios, Patria y Libertad”.
La misma que heredó del movimiento cristero el valor de los hombres y mujeres que prefirieron morir de pie antes que vivir arrodillados ante el Estado.
Hoy, cuando el populismo ha reemplazado a la fe con fanatismo y a la conciencia con subsidios, el PAN vuelve a ser la antítesis del poder pagado.
El conservadurismo —tan vilipendiado por la izquierda— no es atraso; es memoria moral.
Es la idea de que hay cosas que no se venden ni se negocian: la libertad, la familia y la patria.
El PAN nació como brazo político de la Iglesia Católica, pero se transformó en el rostro civil de una resistencia espiritual.
Hoy vuelve a ese papel, no por nostalgia, sino por necesidad.
Porque la moral —esa palabra que la política teme pronunciar— es el último refugio de una nación saqueada por la simulación.
Morena: el PRI con sotana populista.
El PRI fue el partido del poder.
Morena es el poder con partido.
El viejo sistema corporativo que manipulaba sindicatos, campesinos y burócratas ahora se viste de “transformación” y reparte tarjetas electrónicas como limosnas modernas.
Lo que antes eran estructuras sindicales, hoy son estructuras de dependencia.
Lo que antes se compraba con favores, hoy se paga con becas y transferencias.
Morena no combate la pobreza: la administra.
Y lo hace con el mismo cinismo con que el PRI administraba la obediencia.
Esa es la antítesis que el PAN vuelve a encarnar: una fuerza que no paga votos, que no compra conciencias, que no reparte, sino convoca.
La ciudadanía libre es su único ejército; el hartazgo, su combustible, y está decidido a recuperarlo.
El despertar azul: cuando el poder ya no inspira, indigna.
Mientras las dirigencias locales del PAN siguen disputándose oficinas, candidaturas y migajas, afuera se está gestando una rebelión silenciosa.
La clase media harta de financiar a un gobierno que la desprecia.
Los jóvenes que descubren que la “austeridad” solo empobrece.
Las mujeres que ven cómo el discurso feminista se usa como escudo para la incompetencia.
Los empresarios, profesionistas y trabajadores que ya no creen en la justicia selectiva de los poderosos.
Ese malestar ciudadano es el nuevo rostro del panismo sin partido: la conciencia que se niega a ser cooptada, el México que vuelve a creer en sí mismo sin esperar permiso.
Y aunque las cúpulas no lo entiendan, ahí está el verdadero voto de oro: el de la dignidad.
El dilema moral del PAN.
El PAN está frente a una decisión histórica: seguir siendo un partido domesticado por la comodidad de la oposición, o convertirse de nuevo en el estandarte moral que sacuda la inercia nacional.
Para lograrlo, debe reconciliar su alma doctrinaria con su nueva apertura.
Porque abrirse “a lo que sea y a quien sea” no significa claudicar en sus principios, sino reconocer que la patria ya no tiene colores: solo heridas.
La grandeza del PAN no está en regresar al poder, sino en reconquistar la autoridad moral.
Esa que solo se obtiene cuando el ciudadano siente que alguien habla con verdad, no con guion.
Cuando la patria despierta, los partidos tiemblan.
El PAN fue fundado para poner límites al poder.
Hoy el poder no tiene límites.
Y en ese abismo, el panismo puede volver a ser la chispa del despertar nacional.
Que quede claro que el que escribe estas líneas no es panista. Mi doctrina es de centro-izquierda.
Pero reconozco que ante la corrupción insultante de Morena y sus aliados, la opción ciudadana puede ser el PAN que, aliado con el Partido Verde, ya llevó a la presidencia de la República a Vicente Fox.
Porque frente a un Estado que paga obediencia, la antítesis es simple: la ciudadanía que ya no se vende.
Frente al gobierno que reparte miedo, la respuesta es el valor de creer otra vez.
El PAN está en su encrucijada final: o se convierte en el eco azul de la indignación ciudadana, o se extingue como otro capítulo del sistema que alguna vez juró combatir.
Pero si logra fusionar su herencia cristera, su doctrina social y la rebeldía de los libres, entonces la historia volverá a escucharlo gritar no desde los templos ni desde los comités, sino desde las calles.
¡Dios, Patria y Libertad!
“El PRI nació del Estado. Morena vive del Estado. El PAN nació del ciudadano. Y al ciudadano, tarde o temprano, nadie puede comprarlo.”

