*** La noche en que Américo descubrió su propio pantano
Por: Luis Enrique Arreola Vidal.
Torre Bicentenario: La noche en que Américo descubrió su propio pantano
* Entre proveedores, amenazas y lealtades podridas.
La noche del miércoles, la Torre Bicentenario dejó de ser el símbolo del poder institucional para convertirse en un teatro de enredos políticos, reclamos millonarios y traiciones domésticas.
Apenas cruzó la puerta el gobernador Américo Villarreal, cuando lo interceptó un hombre que ya no podía más con la frustración: Roberto de la Fuente Reta, proveedor del propio gobierno estatal, le lanzó a bocajarro una ráfaga de acusaciones sobre irregularidades en la Secretaría de Administración.
A su lado, la titular de la dependencia se quedó petrificada —muda testigo del colapso del “orden administrativo” que presumían— mientras el mandatario, visiblemente molesto, ordenaba a su asistente Fernanda Báez tomar nota de todo. El reclamo no era menor: contratos presuntamente manipulados por Juan Diego “N” y Porfirio González, ambos de la Dirección de Compras, señalados por favorecer a ciertas empresas y bloquear pagos a otras.
Pero la escena subió de tono cuando el proveedor, en plena Torre, extendió su denuncia a dos figuras cercanas al despacho del propio gobernador: Alberto Núñez y Hugo Mendoza, del área de giras.
A gritos, les exigió al jefe del Ejecutivo que los obligara a pagarle una serie de facturas pendientes “desde hace meses”.
La tensión era tal que Fernanda Báez los conminó a dar la cara, y por unos instantes, la institucionalidad volvió a respirar.
Roberto se retiró convencido de que, por fin, se abriría la puerta a una solución.
Pero apenas avanzó unos metros, cuando fue llamado de nuevo por los mismos Alberto y Hugo.
El proveedor creyó que por fin se dignaban a resolverle el pago; lo que recibió fue una amenaza. “Por andar gritando ante el gobernador”, le reclamaron con tono de advertencia.
El sospechoso detrás del telón.
En los pasillos del gobierno comentan que este episodio fue algo más que un arrebato de enojo: una emboscada bien calculada.
En Compras, aseguran que detrás de la escena estuvo Manuel Maldonado, director administrativo de la Coordinación de Comunicación Social, un viejo operador que sabe mover piezas sin dejar huella. Roberto —dicen— es uno de sus proveedores “estrella”, con una constelación de S.A. de C.V. registradas a su nombre, todas activas en el padrón estatal.
La sospecha es clara: Maldonado habría tendido la trampa para dinamitar internamente a Porfirio González, el “buenazo” que ha osado ponerle freno a los negocios de Juan Diego, su eterno adversario dentro de la misma Secretaría.
Drama, tenebra y un gobernador incómodo.
La Torre Bicentenario fue, esa noche, el espejo del verdadero Tamaulipas político: un juego de sombras donde los leales se espían, los operadores se traicionan y los proveedores se convierten en peones de una guerra intestina.
El gobernador, atrapado entre su enojo y su propio gabinete dividido, parece haber entendido por fin lo que muchos ya sabían: el enemigo no siempre viene de afuera.
A veces, viene con gafete oficial y nómina estatal.

