
*** ¡El chavito del Gobernador!
Por: Luis Enrique Arreola Vidal.
¡¡¡EL CHAVITO DEL GOBERNADOR!!!
En un mundo donde las fechas tienen sentido, el 12 de agosto se celebra el Día Internacional de la Juventud: un homenaje global a los soñadores, a quienes luchan y a quienes rompen barreras con talento y sudor.
Pero en Tamaulipas, bajo el reinado de Américo Villarreal Anaya, las fechas bailan al ritmo de la conveniencia, como encuestas de pacotilla manipuladas para el aplauso fácil.
Por eso, el Día de la Juventud se adelantó al 11 de agosto de 2025. ¿La excusa? Un misterioso “asunto de seguridad nacional” que, en el mejor estilo del gobernador, suena más a reunión de compadres con Omar García Harfuch —el zar de la seguridad — en algún rincón opaco de la agenda estatal.
Nadie sabe, nadie supo… pero todos pagamos el show.
El evento, supuestamente, era para honrar a los jóvenes tamaulipecos.
Imaginemos un desfile de atletas como Alejandro “Alex” Avilés, que en julio de 2025 rompió récords mundiales en el Abierto Europeo de Atletismo, ganando cuatro oros y poniendo a Tamaulipas en el mapa global del mérito deportivo.
O un reconocimiento al director del Instituto Tamaulipeco de la Juventud, Óscar Azael Rodríguez Perales, quien —al menos en teoría— debería ser el rostro de las políticas juveniles.
Pero no. En el mundo de Américo, los reflectores no iluminan a los héroes ni a los funcionarios de carrera.
La estrella, con más brillo que un influencer en plena campaña, fue Luis Gerardo Illoldi Reyes, el “joven” de 33 años, alias el chavito del gobernador, que se paseó por el escenario como si el evento fuera su fiesta de cumpleaños.
Y no es que lo diga yo. Ahí estaba Illoldi, acaparando más cámaras que un TikToker en promoción, mientras la Dra. Silvia Casas, Secretaria de Bienestar y jefa directa del Instituto de la Juventud, parecía relegada a un cameo de segunda.
El gobernador, con la calma de quien sabe que el guion está escrito a su favor, lo presumió como el epítome del “éxito” de su administración.
¿Éxito? Claro… si por éxito entendemos indicadores de empleo que se desploman más rápido que la credibilidad del PRIMOR, o un Tamaulipas donde el desempleo juvenil crece mientras los “elegidos” acumulan cargos y privilegios.
“¡Qué chulada!”, diría el payaso de la función, riendo mientras nos ve la cara.
“No es broma, es Tamaulipas”, murmuran los ciudadanos, frunciendo el ceño y preguntándose:
—¿De verdad no había nadie más joven… ni más digno?
Porque en este estado, la juventud no se mide en edad ni en logros.
Según el INEGI, “joven” es quien tiene hasta 29 años, pero Illoldi, con 33 primaveras y un historial más turbio que el río Bravo, es el niño mimado del régimen. ¿Sus méritos? Difíciles de encontrar.
Su currículum brilla por acumular cargos públicos como si fueran cromos de colección.
De ejecutivo bancario con ingresos modestos en 2021, Illoldi saltó a un patrimonio que ni la Contraloría quiere explicar (la suya no la explica… menos la de los demás): propiedades de lujo, un salario en 2023 que superaba en 900% al del presidente López Obrador y un estilo de vida que hace palidecer al propio gobernador.
¿Cómo lo logró? Nadie lo sabe, pero las investigaciones en curso hablan de un “clan Illoldi” que huele a dinero sucio, con hermanos y allegados metidos en esquemas de lavado y contratos públicos.
Mientras tanto, él se defiende en redes con un “manos limpias” que suena más a eslogan que a verdad.
En el Día de la Juventud, mientras Alex Avilés, un verdadero héroe tamaulipeco, entrena en silencio para seguir rompiendo récords sin padrinos, Illoldi recibe aplausos por… ¿qué, exactamente?
¿Por eludir auditorías como si fueran globos de feria?
¿Por oler la corrupción a kilómetros y correr directo a ella?
¿O por ser el hombre perfecto… para los intereses de Américo?
Como Secretario del Trabajo, su gestión es un desastre decorado con discursos: rezagos en expedientes laborales, despidos masivos —como los 103 de la maquiladora Aptiv I— y un desempleo que asfixia a los jóvenes reales, esos que estudian, trabajan o emprenden sin un “padrino” en el gobierno.
Pero Illoldi no necesita resultados; le basta con estar en la lista correcta… esa que firma Villarreal con tinta de quién sabe qué.
Y aquí está la postal definitiva: un campeón mundial olvidado, un Instituto de la Juventud opacado y un “chavito” de 33 años coronado como el futuro de Tamaulipas.
En este estado, el Día de la Juventud no es para los soñadores ni los luchadores.
Es un recordatorio cruel y descarnado de que, en la política de Américo, la edad no importa, el talento menos… y el mérito es un lujo que no todos pueden pagar.
Aquí, la única juventud que se celebra es la que tiene un padrino.
Y ese padrino se llama Américo Villarreal.
Tamaulipas no necesita más “chavitos” de escritorio.
Necesita honrar a sus gigantes, como Avilés, y desterrar a los parásitos que viven del erario.
Si esto no es un escándalo mundial, que alguien me explique por qué el mundo sigue aplaudiendo a los mediocres mientras los héroes esperan en la sombra.
