
*** MORENA: La explotación del hambre
Por Luis Enrique Arreola Vidal.
MORENA: LA EXPLOTACIÓN DEL HAMBRE
En México, el hambre ya no solo es un dolor en el estómago: se ha convertido más que nunca en la historia de México en un instrumento de control político.
Los programas sociales, que la Constitución reconoce como derechos universales en su artículo 4º, están blindados contra cualquier uso clientelar.
Sin embargo, Morena los ha degradado en la práctica, reduciéndolos a una maquinaria electoral que compra lealtades con dádivas disfrazadas de justicia social.
Lo que fue concebido como un piso mínimo de dignidad, se transforma en chantaje.
La pobreza no se combate: se administra. El hambre no se erradica: se perpetúa.
El pueblo que despierta.
El pueblo no es ingenuo. Cada vez más mexicanos se dan cuenta de que, mientras reciben una transferencia que apenas cubre unos días de gasto, el país se desmorona en lo esencial:
* Seguridad: más de 40 mil homicidios al año (SESNSP, 2024).
* Poder adquisitivo: inflación acumulada en alimentos de más del 30% en cinco años (INEGI, 2020–2025).
* Canasta básica: supera los 9,300 pesos mensuales, mientras el ingreso laboral promedio es de apenas 7,500 (Coneval, 2025).
El salario mínimo crece en cifras, pero no en dignidad. La mayoría de los hogares beneficiados con programas sociales sobreviven, pero no logran salir de la pobreza.
Además, es falso que 13 millones de mexicanos salieron de la pobreza en el sexenio anterior: ningún ciudadano sale de la pobreza únicamente por recibir un apoyo social. Al contrario, se le esclaviza a la dádiva y se le condena a la dependencia.
Morena: partido sin principios.
La presidenta Claudia Sheinbaum mantiene legitimidad personal con más del 60% de aprobación (Mitofsky, 2025). Su estilo técnico y su imagen de gestora le dan credibilidad. Pero ese respaldo no se traduce en confianza hacia Morena.
El partido que prometió regeneración se ha convertido en un cascarón corroído por nepotismo, corrupción y facciones en pugna. Ya no representa convicciones ni principios, sino cuotas y ambiciones.
El caos en Tabasco.
La visita presidencial a Tabasco derivó en caos. No fue una simple falla de logística, sino la evidencia de un partido desgarrado por intereses internos.
La violencia y la resistencia local mostraron que Morena ya no controla ni a sus propias tribus, con facciones que responden a caciques como Adán Augusto.
El partido que se proclamaba como “el movimiento del pueblo” hoy se tambalea, víctima de su propia ambición.
El costo de la pobreza administrada.
El gasto federal en programas sociales para 2025 supera los 900 mil millones de pesos (SHCP). Sin embargo, 46 millones de mexicanos siguen en pobreza y más de 12 millones en pobreza extrema (Coneval, 2024).
La contradicción es evidente: los programas son universales por mandato constitucional, pero en la práctica se usan como instrumento electoral. Es decir, lo que es derecho se manipula como favor.
Comparativo de Gasto Público (2025, SHCP):
* Programas sociales federales: 900 mil millones de pesos.
* Seguridad pública y Guardia Nacional: 280 mil millones de pesos.
* Inversión en infraestructura: 350 mil millones de pesos.
* Salud pública: 226 mil millones de pesos.
La conclusión es contundente: México destina tres veces más a programas sociales que a seguridad o salud, sin que ello logre resolver ni la pobreza ni la violencia.
Advertencia histórica e internacional.
La historia de América Latina demuestra que el hambre como herramienta de control siempre pasa factura:
* Venezuela: las cajas CLAP como moneda electoral, pero con hiperinflación que destruyó la legitimidad.
* Nicaragua: Ortega convirtió subsidios en cadenas políticas, hundiendo la productividad.
* Cuba: la libreta de racionamiento lleva seis décadas funcionando como símbolo de control, no de justicia social. Un país muy próspero en los años 60, al nivel de las naciones más cosmopolitas del mundo, hoy está destruido. Solo quedan personas en las calles rogando a los turistas por una ayuda para comer y vestir.
México corre el mismo riesgo: que los programas sociales, en lugar de liberar, se conviertan en cadenas que perpetúen el poder a costa de la dignidad.
El pueblo que ya no se traga el discurso.
Los mexicanos comienzan a entender que detrás de cada peso entregado hay millones desviados.
Que mientras se presume “la mayor inversión social de la historia”, la violencia crece, la clase media se desploma y el futuro de los jóvenes se desvanece.
El artículo 4º constitucional es claro: toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, y el Estado debe garantizarlo.
Los programas sociales son un derecho, no una dádiva. Usarlos como chantaje electoral no solo es inmoral: es inconstitucional.
Ya se vislumbra la rebelión del hambre.
Morena puede seguir repitiendo que es el movimiento del pueblo, pero la gente ya no compra el discurso.
El hambre no es lealtad: es dolor, es dignidad herida.
Y cuando el hambre se explota como arma política, se corre el riesgo de que un día se convierta en rebelión.
Una rebelión silenciosa o escandalosa que en el país ya comenzó, y Tamaulipas es uno de sus portales.
Porque millones de mexicanos ya descubrieron que Morena no los representa ni busca su bienestar: busca saquear las arcas públicas para convertirlas en fortunas personales.
La explotación del hambre tiene fecha de caducidad. Y ese día, será el propio pueblo quien escriba la sentencia final.
